Mujercitas

Sería una pena ir tan rápido. Porque detrás de las bien afirmadas personalidades de la dulce Meg, la impulsiva Jo, la devota Beth y la orgullosa Amy, se esconden jóvenes unidas por el punto común de querer emanciparse en un arte en la adolescencia, y encontrar sus ambiciones socavadas por una sociedad donde el dinero es esencial y el lugar está hecho para los hombres.

La adaptación de Mujercitas en 2020 adquiere así una connotación muy especial de Greta Gerwig, dos años después de la aparición del movimiento #MeToo.

El reto sigue siendo grande: por un lado, tenía que evitar hacer una película simbólica, excesivamente modernizada en su tratamiento, pero por otro lado, tenía que conseguir aportar algo a una obra atemporal y bien identificada. Una apuesta exitosa.

Una adaptación fresca

El sesgo de desentrañar la trama original a través de una hábil edición y el uso de flashbacks y flash-forwards funciona a pleno rendimiento. También destaca el personaje de Jo (en gran parte autobiográfico de Louisa May Alcott), llevado por Saoirse Ronan, absolutamente excepcional. Sus tres hermanas en la pantalla, especialmente Florence Pugh, no son menos merecedoras.

A diferencia de las últimas adaptaciones, las cuatro actrices interpretan a los personajes a todas las edades. Esto puede llevar a confusión en la cronología, pero por el contrario refuerza la impresión de los recuerdos descritos por uno de los protagonistas.