La cosa (The Thing)

Ver una película como La cosa (The Thing) a los 7 años impresiona. Y cuando digo «impresiona» quiero decir «deja una impresión», «deja una marca». Con las percepciones de mi infancia, La Cosa era para mí una representación casi indescriptible de la visión de una pesadilla negra y opresiva.

Con mis ojos de adulto, volví a ver en La cosa (The Thing) probablemente una de las mejores películas de Carpenter, pensé en «Montañas alucinadas» de Lovecraft, aprecié la tensión palpable y la creciente paranoia de los protagonistas apoyados en decorados sofocantes y una noche oscura paradójicamente claustrofóbica abierta, teatros perfectos de pesadillas.

Con mis ojos de adulto vi una película sobre el miedo proteico al otro y a lo desconocido, el miedo a uno mismo y a la propia imagen en el espejo, el miedo al vacío, el miedo a la oscuridad, el miedo ancestral a estar solo, aislado, alienado; luego el miedo a la muerte.

Un ente extraño venido del espacio

Se podría reprochar a la película la obsolescencia de algunos de sus diálogos si se quisiera ser quisquilloso, y algunos tienen que hacer gárgaras con burla hacia los efectos visuales que a priori son «anticuados». Pero uno de los puntos fuertes de La cosa (The Thing) es precisamente mostrar tanto como sugiere.

Sus efectos «duros» impuesto por el tiempo de todos modos trae un impacto visual horroroso y visceral que ningún CG nunca igualará. También podríamos discutir sobre la puntuación de Morricone pero sería inútil porque Morricone es más fuerte que tú de todos modos, así que lárgate.