
Después de ver algunos clásicos de este tipo (Escupo en tu tumba, Irreversible, La dernière maison sur la gauche…), puedo decir que no me gusta la violación y la venganza.
Los peores aspectos de la especie humana y la forma en que se representan, a menudo marcados por el voyeurismo y la excesiva violencia gráfica, no son cosas que me interesen ver. Sin embargo, me lo permití después de los buenos comentarios que recibió la película en los distintos festivales y sobre todo porque es la segunda película de Jennifer Kent, directora de The Babadook.
Si este último se ha dividido entre el público, yo personalmente lo encontré muy por encima de una horrible producción «Jameswanesca» que ha sido totalmente formateada y de poco interés durante varios años.
Obviamente, los aspectos habituales de la violación y la venganza están presentes. La película es un reto, a veces difícil de apoyar incluso para los espectadores informados, y después de la quinta violación y el décimo asesinato (incluidos los de un niño que explotó contra una pared y un preadolescente), no se puede decir que uno se sienta particularmente feliz.
Pero lo que destaca la película es que estos abusos se muestran al servicio de un mensaje que va más allá de la necesidad visceral de venganza. Esto se expresa sobre todo a través de la relación entre la heroína, una joven irlandesa blanca condenada por asesinato y un «niño», un negro nativo reducido a la esclavitud.
Sospechamos que entre la época y los personajes elegidos no escaparemos a la denuncia del gran colonizador blanco malo, pero la relación entre los dos personajes principales aporta una capa adicional al escenario que es particularmente interesante.
Empezando por el desprecio y la desconfianza (a la mujer irlandesa no le gusta el negro sobre la base de los prejuicios raciales de la época y al negro no le gusta el blanco porque no lo diferencia de otros invasores), los personajes primero se tolerarán entre sí por necesidad vital y luego se irán acercando paulatinamente comprendiendo que, aunque no tengan nada en común (sexo, color de piel, estatus social, cultura), son víctimas comunes de la intolerancia y de la violencia por parte de los mismos hombres.
Y eventualmente apreciarse mutuamente y ejercitar su venganza juntos. Si podemos imaginarnos fácilmente la dificultad que tiene una joven actriz para interpretar este tipo de papel, el joven Aisling Franciosi, ya visto en la serie La Caída, se sale con la suya, así como los actores negros, muchos de los cuales fueron elegidos entre los descendientes indígenas de los clanes presentados.
En cuanto a los chicos malos de la historia, son odiados lo suficiente como para ser considerados exitosos en la actuación de sus actores.
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