Hater

Las guerras ya no serán libradas por soldados en el campo de batalla, sino por guerreros de palabras clave en los medios sociales.

Porque hoy estamos unidos en una lucha común contra un enemigo común, cuya malignidad crece en general con una potencia mucho mayor que cualquier tumor registrado, pero no es una lucha entre la extrema izquierda y la extrema derecha.

Es una lucha contra una sociedad que es peligrosamente resistente a los fundamentos del racionalismo. Hoy en día, el mundo está sumido en la unicidad de una ideología: el odio. Una mirada superficial a Twitter, un discurso político o los debates en la sala de redacción, por ejemplo, apuntarán en esa dirección.

En  Hater, el cineasta polaco Jan Komasa expone lo que significa esta emoción más bien abstracta, en el clima actual, rápidamente politizado y polarizado, en el que se sofocan las voces de disidencia; en el que la libertad de expresión sigue siendo en gran medida una teoría; en el que se crucifica a inocentes basándose en suposiciones; y en el que jóvenes crédulos se radicalizan en mercenarios.

Lo virtual tiene consecuencias violentas en la vida real

Al principio, en la película, el personaje central es expulsado de la escuela de leyes por levantar un párrafo de su libro de profesor sin atribución.

No muestra ningún remordimiento y en su lugar da una respuesta brusca: «Es una cuestión de percepción». La percepción es lo que lo haría salir de la escuela de leyes y que más tarde lo involucraría en actividades ilegales.

Sólo podemos ver fragmentos de Tomasz de los personajes que conoce, y los cosemos para formar una imagen completa de él.

Nos enteramos de que proviene de una clase económicamente atrasada que sobrevive con el dinero de su «beca» que recibe de su tío y su tía (los Krasuckas).