Cantinflas

Construido a partir de un guión que intenta erróneamente exprimir un cuarto de siglo en tres cuartos del tiempo de duración, y al no poder raspar gran parte de la leyenda de la superficie para revelar lo que hay debajo, Cantinflas salta de cliché en cliché con perezosa irreflexión.

Se redime de alguna manera por verse muy bien y por un par de actuaciones decentes, especialmente por la, para algunos, extraña elección del actor no mexicano Oscar Jaenada, que siempre está vigoroso y alerta. Pero incluso entonces existe la frustrante sensación de lo que podría haber sido si el guión hubiera abordado al hombre en lugar de reciclar perezosamente el mito.

El atractivo del tema debería significar una amplia exposición para Cantinflas en los territorios de habla hispana, con la distribución de Pantelion en los Estados Unidos para el floreciente mercado hispanoamericano.

Su personaje Cantinflas lo lleva a volverse un ícono del cine mexicano

La continuación del director Sebastián del Amo en el más interesante El mundo fantástico de Juan Orol sigue dos líneas argumentales. La primera abarca sólo una semana, contando los días hasta que el productor, Mike Todd, tiene que dar, junto a su patrocinador Juan (Roger Cudney), una rueda de prensa sobre una película.

La segunda comienza con el joven Cantiflas probando sin éxito su mano en el boxeo y los toros antes de ser arrastrado a la comedia de stand-up en los espectáculos de carpa de la época, pasando bajo el ala de Estanislao Schilinsky (estrella en ascenso Luis Gerardo Méndez), y enamorándose de Valentina (Ilse Salas, que ofrece la mejor actuación de la película después de la de Jaenada).

El ascenso de Cantinflas continúa prácticamente sin obstáculos: «nuestra vida ha cambiado completamente», observa Valentina innecesariamente, una vez que la fama y la fortuna han llegado.