Boi

Este aspirante a escritor, cuya novia (embarazada) no responde a sus llamadas, comienza a trabajar como conductor. Su primer trabajo es recoger dos hombres de negocios asiáticos arrogantes del aeropuerto de Barcelona y llevarlos a la ciudad para cerrar un negocio turbio.

Este es el comienzo de unos días intensos para Boi. Se encuentra inmerso en un mundo extraño, lleno de elementos preocupantes, lo que nos lleva a preguntarnos, en cierto momento, si lo que está experimentando es real o si se trata de una especie de pesadilla espantosa, con personajes que aparecen una y otra vez, el aura distintivamente opresiva de la discoteca, la presencia de violencia moderada (y, a veces, explosiva) y los diálogos surrealistas que recorren la película.

Es buena la palícula

Mientras tanto, la Barcelona que Boi recorre en su coche reluciente es una versión bastante inquietante de la ciudad, y esta atmósfera espeluznante se amplía con la banda sonora -pensemos en la electrónica de los ochenta- compuesta por El Guincho (que trabajó con la cantante Rosalía, en su aclamado disco El mal querer) para esta película, rodada en 35 mm y en la que el espectador percibe una gran admiración por maestros como David Lynch, Michael Mann y Martin Scorsese.

Aunque la trama que gira en torno a los personajes chinos es algo confusa, el actor principal (Bernat Quintana) carece de carisma, y el conflicto entre los taxistas y los servicios de transporte público basados en aplicaciones, que ha estado en todos los medios de comunicación españoles en los últimos meses, apenas se menciona, Boi -con sus diálogos en francés, inglés, mandarín y castellano- mantiene al espectador en suspenso.