Akira

14 volúmenes en dos horas requieren naturalmente elecciones radicales. La sorpresa viene del desenlace, porque el ¾ de la película sigue bastante fielmente los primeros volúmenes. Pero el hecho de que la película se estrenara antes del final de la saga explica los atajos en su resolución.

Después de esta inevitable decepción, (la fuerza del cómic son las múltiples ramificaciones de sus sub-cuentos, puntuados por escenas de pura acción), no podemos dejar de notar el placer de poner en movimiento la esencia misma de Akira: la arquitectura y el caos.

Las carreras de motos, combinadas con la potencia ortogonal de los decorados, abren la película con gran facilidad, y se acompañan de un montaje paralelo de las historias, ciertamente menos ambicioso que en el original, pero con gran maestría; si se pueden tener algunas reservas sobre el motivo musical que acompaña la transformación de Testuo.

Existe una atmósfera explosiva en Neo-Tokyo

El aliento épico que envuelve progresivamente la película por el chorro telequinético del hormigón y del acero, la explosión de los cuerpos o la pulverización de los edificios da un júbilo innegable. Resistimos el fuego láser de los satélites, los choques nucleares y reconstruimos, incansablemente, a pesar de las ruinas que se acumulan.

La gradación de la historia es constante, y el delirio animado que acaba con el conflicto entre los protagonistas es fuera de lo común. Todo se desborda, carne y energía, gritos y revelaciones.